viernes, 12 de diciembre de 2008

El rumbo de la Pastoral de Juventud en Paraguay

Cuando el peregrino se dispone a caminar, tiene muy claro su destino. En cierta forma, todos los seres humanos nos sentimos peregrinos deambulando por la tierra. Para algunos esta sensación genera angustia. Otros la conciben como parte de su ser natural, desarrollando su intuición para atinar el camino.

La Pastoral de Juventud en Paraguay, es indudablemente, una de las organizaciones juveniles más extendidas en el país. Desde el campo a la ciudad y desde las capillas a las catedrales, un ejercito de juventud participa de la vida de la iglesia, de los pueblos y del país, en lo cotidiano y lo extraordinario.

Miles de jóvenes participan actualmente de los procesos formativos de la Pastoral de Juventud en las pequeñas comunidades y las estructuras de participación y organización. Cientos de ellos están ejerciendo roles indispensables de coordinación y animación, mediante los cuales, el proceso formativo es posible.

Ahora bien, con tanto potencial, tanta gente, y tanto trabajo bien hecho, ¿sabemos cuál es el rumbo a seguir? ¿peregrinamos todos al mismo santuario? ¿o cada quien hace su propio camino?

Quienes hemos conocido el rostro del Salvador gracias a la Pastoral de Juventud y le hemos dado tanto tiempo y esfuerzo, quienes hemos construido nuestras vidas en torno a su obra, debemos cuestionarnos seriamente las preguntas del párrafo anterior.

No se trata solo de hacerse las preguntas, sino de responderlas, sondeando las profundidades de la Voluntad de Dios.

La Pastoral de Juventud del Paraguay, si quiere ser verdadera transformadora de nuestra nación, deberá agudizar cada vez más la reflexión sobre el camino que debe recorrer, dejando a su paso, la tangible presencia de la Civilización del Amor, en lo cotidiano y lo extraordinario.

Algunas pistas, que pueden ayudar a los peregrinos pejoteros son:

1. Las orientaciones (y reflexiones) emanadas de la última Asamblea Nacional, vivida en Areguá (Arquidiócesis de Asunción), en septiembre pasado;

2. La reflexión que pueda surgir en las reuniones ordinarias de la Coordinación Nacional, y en los espacios diocesanos de participación;

3. La conversación alrededor de los signos tangibles de la realidad, que no son muy diferentes de un punto a otro de nuestra geografía.

Así, el final (escatológico) de nuestra peregrinación, será el fruto de pasos seguros, dados con certeza, con la mirada puesta en el rostro del Maestro, viviendo autenticamente como ciudadanos de la Civilización del Amor.